Natación, karate, pintura, ballet, inglés, piano, alemán… para muchos niños españoles la jornada escolar no acaba a las dos de la tarde, sino que se prolonga hasta últimas horas de la tarde con todo tipo de actividades extraescolares. Nuestros hijos no han conocido aquellos tiempos en los que las tardes eran para jugar a la goma en la calle o echar una partida de fútbol después de la siesta.
Parece inconcebible que un niño tenga «las tardes libres».
Bien es cierto que para muchos padres que trabajan y no pueden hacerse cargo de sus hijos por las tardes, las actividades extraescolares son una bendición. Pero también es cierto que hay hoy en día por parte de otros padres una necesidad de que los niños «estén lo más preparados posible». Muchos piensan que en un mercado laboral en el que ya no basta una simple carrera universitaria, el inglés, tocar un instrumento o cualquier otro conocimiento «extra» puede ser la diferencia el día de mañana entre tener un puesto de trabajo mejor y más pronto. No les falta razón. Y ante ese panorama, ¿cómo dejar al niño sin esas actividades que le darán una ventaja cuando más lo necesite?.
El problema es que con tanta actividad a veces llevamos vidas paralelas con nuestros hijos, no conjuntas. Ellos tienen su agenda, nosotros la nuestra y nos vemos un rato los fines de semana. Prepararse para el futuro, sí, pero sin olvidarnos de vivir el presente.