En algunas guerras de ideas la argumentación ha venido a ser reemplazada por falacias para poner en el fuego de las discusiones y el campo de la opinión (políticos, periodistas, religiosos, etc…) un elemento que brinda satisfacción y confianza, a aquellos que a falta de un razonamiento lógico amparado en el más mínimo concepto de la objetividad y la verdad, prefieren utilizar la descalificación personal, como arma infalible dentro de las comunicaciones interpersonales. Esto se conoce como una falacia ad hominem.
Es un recurso comunicativo bastante deficiente en su base intelectual, ya que se limita a reconocer aspectos que puedan poner en tela de duda la integridad del adversario y sobre esta base descalificar sus argumentos sin necesidad de rebatirlos. Como mucho les podemos arrancar un socorrido tu quote, o peor, el prepotente «¡Pero tu lo eres más!» y no le discutas que te saca el bastón y no oses dudar, lo dice Snoopy, y no se jura en vano el nombre de Snoopy.
Pretender descalificar personalmente a un adversario, en lugar de refutar sus afirmaciones, es otra formas más de delincuencia. Para que un debate sea de calidad este debe hacerse con las herramientas de la razón. Aprender sobre las falacias nos permitirá evitarla en nuestras construcciones semánticas, que es después de todo como elaboramos discursos que pretenden convencer.