Colaboración Humana por el Bien Común
Si me preguntan cuál es desde mi punto de vista el mayor acto de colaboración humana por el bien común, no lo dudo ni un segundo, fue en noviembre del 2002 en la catástrofe por el chapapote vertido por el hundimiento del barco petrolero Prestige. Ver las imágenes de la limpieza efectuada por miles y miles de personas indignadas de todo el mundo, desesperadas por la muerte de seres vivos por esa marea negra en las playas gallegas y de la cornisa cantábrica, movilizó y afectó al mundo entero.
Todavía recuerdo el Desastre del Prestige como cada día iban llegando más y más voluntarios de todas las partes del mundo para ayudar, y me emociona tanto… Recogían el chapapote a cubos, con palas, en sus camisetas o con las manos, formando cadenas para limpiar las playas, personas llorando por los cormoranes totalmente cubiertos de ese espeso manto negro que los asfixiaba… Peces flotando muertos. Sentimientos flotando vivos, unidos, e indignados. La torpe inacción de los políticos en el Gobierno, su falta de empatía, hilillos de plastilina como neuronas.
Me resultaba abrumadora e ilusionante ver la capacidad del ser humano de ayudarse los unos a los otros. Colaborar por el bien común. ¡Ojalá fuese siempre así!
Era tan intenso el efecto llamada por ese sentimiento percibido, que era muy difícil resistirse… Las que no podíamos estar allí nos sentíamos impotentes, precisamente eso es lo que dio lugar al movimiento Nunca Mais. Queríamos ayudar como fuera.
Después de 18 años los efectos del vertido del Prestige todavía están presentes en la Costa da Morte, pudiéndose observar todavía a simple vista. Aún queda chapapote incrustado en las rocas conviviendo junto a lapas y caracoles o bajo la arena, para llevarte un tatoo gratis en la planta del pie.